Yoga e Imagen Corporal
Asumir que una persona que practica Yoga debe ser delgada, flexible, de preferencia blanco(a) y la mayoría de las veces mujer, ofrece una visión un tanto distorsionada por la mercadotecnia yogui en occidente. Bajo esos parámetros aspiracionales, que no nos sorprenda que alguien sin dichas características, aunque esté genuinamente atraído(a) por esta disciplina, no se atreva a probar los beneficios de este estilo de vida que en diferentes niveles, corrientes y formas, está disponible para todo tipo de cuerpo, genero y piel.
Era una vez en un cuerpo sedentario…
Mi genética y mi gusto por actividades sedentarias físicamente, me hace propensa a ganar peso con mucha facilidad. Crecí con mucha acción mental y poco movimiento físico. Mis actividades favoritas, leer, ver películas, dibujar, diseñar y crear tienen un común denominador, mover la mente pero no el cuerpo.
Así pues, mi relación con mi apariencia física ha sido fracturada, un ir y venir constante entre mis ganas de querer aceptarme como soy y mis ganas de querer cambiar mis formas y dimensiones. Si, he hecho dietas, tomado pastillas, he intentado y dejado diferentes disciplinas y tratamientos, pasado hambres, he roto las dietas, he empezado otra vez y en ese vaivén, nada me ha acercado a mi cuerpo tanto como el Yoga. Por eso mismo, cuando un sector de la comunidad Yogui me presenta imágenes con las que no me siento identificada, me entra un profundo deseo de exponer lo excluyente que puede ser esta visión y lo importante que es aportar un contraste a esta tendencia que invite a la reflexión e inclusión de todos los colores, formas y tamaños. Yoga, es mucho más que la apariencia sexy y aspiracional que se manifiesta allá afuera en la Media. Si bien es una forma de moverse para ejercitar el cuerpo, es también un lenguaje para conectar el cuerpo y la mente, cuando la conexión es genuina y profunda, esa conexión trasciende a lo espiritual.
Una historia de amor y práctica… mucha práctica
Para una persona tan mental como yo, la relación con el cuerpo solía basarse en lo que veía en el espejo y no en lo que sentía. Pero con el paso del tiempo y la práctica de ásanas (posturas de Yoga), el control de la respiración y el entendimiento de lo que pasa dentro de mi cuerpo comienza a tener mucho más sentido del que me hubiera imaginado. Esta práctica me conecta con mi cuerpo pero no desde el exterior sino desde el interior. Y aunque esta conexión es genuina y es la que me hace regresar al tapete con la determinación de aprender a amar mi cuerpo con sus sombras y sus luces, con sus dimensiones y sus formas, también es cierto que la lección sólo se fortalece en la práctica constante.
Y vivieron juntos para siempre…
Este cuerpo es el que tengo y es el que va a estar conmigo para siempre, para llevarlo a un espacio más saludable, primero debo de aceptarlo tal y como es, con sus dimensiones y características naturales. Ahora tengo muy claro que todo cambio que surja desde el rechazo y desde el odio, regresará multiplicado por la puerta trasera. Prefiero cambiar desde el amor y es que aunque sea un cliché, ¿cómo no amar mi cuerpo? Si simplemente los mejores momentos que he vivido han sido gracias a que lo tengo. Me ha llevado a lugares lejanos, a culturas ajenas, me ha permitido sentir en la piel el sol con sal de la playa, se ha estrujado de pena y ha vibrado de amor y deseo. Con este cuerpo abracé a la abuela Sol y engendré a mi hermosa hija. Con este cuerpo he pintado, he creado. Con este cuerpo he brindado mi abrazo profundo a quienes quiero. Con este cuerpo he luchado por lo que creo y hoy creo que si, si puedo amar mi cuerpo sabiendo que si amas algo lo cuidas, que cualquier forma es valiosa, aunque esta versión no concuerde con lo que vemos todos los días allá afuera.
¡Namasté!
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