EL LEGADO DE KRISHNAMACHARYA
Krishnamacharya fue un gran visionario. Supo interpretar una gran filosofía milenaria, de tal forma que generaciones subsecuentes tuvieran la gran oportunidad de conocerla y adoptarla, incluso del otro lado del planeta.
Su legado tiene un valor incalculable, ya que sin él, es muy probable que nunca hubiéramos conocido en occidente esta gran sabiduría.
En su momento, logró traducir el yoga, al acelerado ritmo occidental del siglo veinte.
Así como en la India la gente común acostumbra meditar, practicar asanas, pranayama, etc., en occidente vivimos muy ajenos a todo ello. Es muy poca la gente que practica la meditación. Como sociedad, vivimos desconectados, siempre con prisa para alcanzar un futuro que la mente nos hace creer que necesitamos para ser felices; o bien, enfrascados en la memoria de un pasado que no podemos modificar, ni revivir.
El sistema que logró conjuntar, fue logrado gracias a su experiencia en las diversas disciplinas clásicas hindúes junto con el conocimiento del sánscrito, rituales, medicina; así como sus diplomas en filosofía, lógica, divinidad y música, aunados a la influencia occidental de los ingleses que ocupaban la India. Todo esto fue reforzado con el profundo aprendizaje que obtuvo de su maestro Brahmachari sobre los Yoga Sutras de Patanjali, asanas, pranayamas y aspectos terapéuticos del Yoga, habiéndose dedicado constantemente a desarrollar la conexión entre Yoga y recuperación de la salud.
Optimizando secuencias y refinando asanas, alas que atribuía valores terapéuticos específicos y combinando éstas con pranayama, hizo de las posturas parte integral de la meditación.
El ritmo y las secuencias del Yoga que nos trae Krishnamacharya, facilita a la gente occidental para adoptarlo como propio. En un mundo de gran movimiento, la manera más comprensible para aprender a meditar, es precisamente en movimiento. Cuando una mente excesivamente agitada trata de ser calmada sin movimiento, es más fácil que tienda a rechazar el intento, haciendo la práctica mucho más difícil de lograr.
Si, en cambio por medio del movimiento se va adentrando en el fondo de uno mismo, al final de la práctica se queda con la sensación de que logró un considerable avance hacia el interior.
Tras haber conseguido un gran éxito en la enseñanza a jóvenes saludables y sembrando una importante semilla en los más influyentes maestros que formaran las principales y muy diversas escuelas yoguísticas de nuestros tiempos, Krishnamacharya pasó por momentos difíciles, que lo llevaron a adaptarse a las diferentes necesidades de la sociedad, logrando mayor compasión.
Esto aportó un gran ingrediente en él, ya que empezó a adaptar las posturas y respiraciones para ayudar a cada uno de sus alumnos con menos capacidades físicas. Empezó a variar la duración, frecuencia y secuencias de los asanas, para que cada alumno alcanzara una meta específica a corto plazo, o incluso pudiera recuperarse de alguna enfermedad, al implementar lo que ahora se conoce como “Viniyoga”.
Dividió la práctica en tres etapas, de acuerdo a la edad del practicante. A los jóvenes hacía énfasis en desarrollar fuerza muscular y flexibilidad; para la edad madura, trabajaba en mantener la salud y en la vejez, en ir más allá de la práctica física, para enfocarse en Dios.
Su énfasis iba cada vez más hacia los aspectos espirituales del Yoga. Cada asana debía conducir hacia la calma interior. La respiración transmitía implicaciones espirituales, como un acto de entrega, además de beneficios fisiológicos.
A pesar de este énfasis espiritual, respetaba las creencias individuales, con una condición: “Que admitamos que existe un poder más grande que nosotros mismos”.
Otra pieza fundamental fue la aportación de su hijo Desikachar. Gracias a su formación como ingeniero y su conocimiento sobre la cultura occidental, universalizó aún más el legado de su padre. Dejó a un lado el aspecto religioso y, entre otras cosas, tradujo los textos añadiéndoles comentarios que resultan de gran utilidad para comprenderlos mejor, aún para culturas completamente ajenas a su origen. Su rol como traductor, acercó la sabiduría milenaria a la cultura moderna.
Gracias a Krishnamacharya, sus descendientes y discípulos, el Yoga ha seguido y seguirá vivo, para acercar a las personas de tods los rincones del mundo hacia su propia paz interior.
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