By Vero González Carbonell on Viernes, 15 Mayo 2015
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THE HABITS OF HAPPINESS

En su plática para “TED TALKS”, Mattieu Riccard, médico de origen francés y actual monje tibetano, analiza la constante búsqueda humana de la felicidad y comparte la manera en que la meditación se vuelve una gran herramienta para lograrla.

Por un lado, aclara que la felicidad no puede ser buscada en el placer. Este depende siempre de un objeto, lugar y tiempo. Estos mismos cambian constantemente. Además, el exceso de algo que en un principio produce placer, siempre acaba cansando. “El placer se consume a sí mismo, mientras lo experimentas”.

Por otro lado, la felicidad tampoco se puede encontrar afuera de uno mismo. La frase “tener todo para ser feliz” revela la causa misma de la infelicidad. No se puede pretender controlar y arreglar el mundo exterior, ya que éste es limitado, temporal e ilusorio. Es la mente la que traduce las condiciones externas en felicidad y sufrimiento.

Riccard propone no referirnos al término “felicidad” como objetivo de búsqueda, sino más bien al “bienestar”. Este se refiere a una sensación profunda de serenidad y realización, que impregna todos los estados emocionales; tanto alegrías como penas. Es un verdadero estado del Ser y no una simple sensación o emoción fugaz.

Aún en las condiciones que aparentemente se presentan como las más difíciles, las condiciones internas necesitan ser fuertes, para así lograr mantener la serenidad, alcanzando una libertad interior y confianza en uno mismo, sabiendo que esto es lo único que permanece. Este estado mental necesita mantenerse, para que el bienestar florezca.

Las emociones negativas no nos dejan en un buen estado, además de que perjudican a otros y nos acaban atormentando. En cambio emociones positivas como las que provoca la generosidad, nos dejan llenos de una sensación de plenitud con nuestra naturaleza más profunda, además de reflejar este efecto positivo hacia los demás.

Al  analizar la naturaleza de la mente, que tiene la cualidad de ser cognitiva y consciente, es interesante la comparación que Riccard hace de la conciencia con un espejo. Esta refleja todo lo que pasa por enfrente de ella, ya sean emociones, sensaciones u objetos, pero nunca se llega a manchar en esencia. De este modo, todas las emociones son pasajeras y no dejan huella permanente en la conciencia; por lo tanto, hay posibilidad de cambiarlas voluntariamente.

Para lograr el verdadero bienestar, la mente se necesita entrenar. Debido a que no pueden existir dos emociones opuestas simultáneas hacia el mismo objeto, uno podría elegir la emoción positiva opuesta, para abatir cada emoción negativa. Esto sería una solución parcial, con demasiadas variantes.

Sin embargo, existe un antídoto general. Este consiste en observar con detenimiento la naturaleza de cada emoción hacia dentro de uno mismo. Al acercarse lo suficiente a ella, uno puede ver que su naturaleza no es sólida, contundente y amenazadora como aparentaba. Esta se va diluyendo en la medida que se le observa más de cerca y se va desvaneciendo, hasta que desaparece. Si esta práctica se repite constantemente, llegará a ser automática.

El entrenamiento y transformación de la mente se logran a través de la meditación. Esta práctica constante, nos lleva a conocer de cerca nuestra naturaleza y separar las emociones y sensaciones que creíamos verdaderas, de lo que en el fondo somos. Nos ayuda a cambiar los condicionamientos que nos hacen reaccionar de manera innecesaria y a percibir la realidad tal cual es, viviendo el momento presente.

En conclusión, la felicidad ha sido buscada y deseada incesantemente por toda la humanidad, a través de la historia. Las civilizaciones se han alejado de la capacidad de introspección, en una búsqueda por una felicidad basada en estímulos externos. Sin embargo, nunca se encontrará de una manera real, a menos que el ser humano regrese a sí mismo.

La Felicidad siempre ha estado ahí. Son los filtros con que vemos la realidad, los que no nos permiten contactarla. Necesitamos regresar al centro de nuestra propia conciencia y contactar con nuestro propio maestro interno, para darnos cuenta que esta capacidad de bienestar está dentro de nosotros mismos.

 
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