¿Que camino conduce de la flexibilidad a la divinidad?
Patánjali dijo que las asanas reportan perfección en el cuerpo, belleza en la forma, gracia, fortaleza y compacidad, y la dureza y luminosidad de un diamante. Su definición básica de asana es "Sthira sukham asanam".
STHIRA significa firme, fijo, estable, resistente, duradero, sereno, calmo y tranquilo.
SUKHAM significa deleite, bienestar, alivio y beatitud.
ASANAM es el plural inscrito de asana.
Así pues, la presentación de un asana debería ser ecuánime, imperturbable y serena a todos los niveles de cuerpo, mente y alma. El asana es pues perfecta firmeza corporal, ecuanimidad en la inteligencia y benevolencia de espíritu. Cuando todas las envolturas corporales y todas las partes de la persona se coordinan al realizar un asana, se experimenta "yogash cittavrtti nirodhah": Cese de movimientos en la consciencia así como la liberación de las aflicciones. En asana hay que alinear y armonizar el cuerpo físico y todas las capas del cuerpo sutil emocional, mental y espiritual. Eso se llama integración: YOGA.
Pero ¿cómo alinear esas envolturas y experimentar esa integración?
Empezando con PERCEPCIÓN CONSCIENTE, o lo que es lo mismo, cada poro de la piel ha de convertirse en un ojo. El yoga nos enseña como insuflar inteligencia a nuestros movimientos, transformándolos en acción. La acción es movimiento con inteligencia. Desarrollamos una sensibilidad tan intensa que cada poro de la piel actúa como un ojo interior. Nos hacemos sensibles a la interconexión entre piel y carne.
Así nuestra percepción consciente se difunde por toda la periferia de nuestro cuerpo y puede sentir si tenemos el cuerpo alineado en un asana en particular. Con la ayuda de esos ojos puede ajustarse y equilibrarse suavemente el cuerpo desde el interior. Eso es distinto a ver con los dos ojos normales. En lugar de eso se siente la posición del cuerpo.
Cuando se está en la postura del guerrero, con los brazos extendidos, se pueden ver los dedos de la mano que está adelante pero también pueden sentirse sus posiciones y su extensión hasta la punta. Puede sentirse la colocación de la pierna trasera y decir si esta recta o no sin tener que mirar hacia atrás o utilizar un espejo. Hay que observar y corregir la postura corporal (ajustarla desde ambos lados) con la ayuda de los trillones de ojos con los que contamos en forma de células. Así es como se empieza a introducir percepción consciente en el cuerpo y a fusionar la inteligencia cerebral con la muscular.
Esta inteligencia debe existir en todo el cuerpo a lo largo de toda el asana. La inteligencia del cerebro y del corazón deben mantenerse en armonía, es decir, humildad en el cerebro y comprensión en el cuerpo. Mientras se practica yoga es el cuerpo quien debe decirnos que hacer, debemos sentir que es lo que necesita. El cerebro debe cooperar con el mensaje que recibe el cuerpo. Debemos aprender a que no se mueva tan deprisa el cerebro para seguir al cuerpo, o lo que es lo mismo, que el cuerpo se mueva más rápido para que se ajuste a la inteligencia del cerebro. Que el cuerpo sea el hacedor, y el cerebro el observador.
El arte del yoga radica en la agudeza de la observación. Debemos detenernos y reflexionar entre cada movimiento. Desarrollar la atención y llenarse de percepción consciente. Tomar consciencia de uno mismo, estar dentro de uno mismo.
Debe haber acción y silencio o estado interior consciente, porque cuando estas dos se combinan se pone en marcha la inteligencia. Es un estado de reposo atento en el que se regenera la mente y se purifica el cuerpo. Esta atención debe fluir sin interrupción.
El conocimiento de la percepción externa y la sabiduría interna deben entrar en contacto al realizar las posturas. En ese momento no existe dualidad; se es uno; se es completo. Se existe sin la sensación de existir.
Y entonces de la flexibilidad llegas a la divinidad.